Decreto de Unificación de 1937: Creación del Partido Único Durante la Guerra Civil Española

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Decreto de Unificación (1937): Creación del Partido Único

1. Clasificación

Este texto es un documento jurídico de naturaleza política. Constituye una fuente primaria y directa. Está redactado durante la Guerra Civil, en un momento en que, en el bando "nacional", se había conquistado la zona norte cantábrica, fiel a la República. Los autores, la gestión y el desarrollo del proyecto fueron realizados desde arriba, sin la participación de las partes interesadas. Fue un acto unilateral de Franco, guiado por Serrano Suñer, con dos objetivos: poner fin al caos y la agitación política, y "convertir el alzamiento en una empresa política". "Se instaba a la configuración del Movimiento como un Estado". También hubo presiones por parte del embajador alemán Von Faupel para ceder el poder a la Falange de Franco. Sin embargo, frente a esta posición totalizante y de exclusión alemana, prevaleció la visión integradora de Serrano, que quedó patente en el decreto, del cual fue su redactor material. Para unificar a la Falange, las JONS y los tradicionalistas (carlistas), Franco había convocado a los carlistas y mantenido conversaciones con falangistas y monárquicos, pero solo a título informativo. Además, antes de su promulgación, consultó a Mola y Queipo de Llano para obtener su aprobación. La decisión, sin embargo, fue exclusivamente suya. El lugar de redacción fue Burgos, ciudad donde se encontraba el mando de las tropas sublevadas, denominado Junta Técnica del Estado. El destinatario es el pueblo español, pero especialmente todos los grupos políticos de derecha que apoyaron la sublevación militar. La ley se promulga para unificar las diversas fuerzas que participaron en la sublevación contra la República Española.

2. Contexto Histórico

El documento se enmarca históricamente durante la Guerra Civil (1936-1939), en particular durante la campaña del norte. El 17 de julio se produjo una sublevación de la guarnición militar de Melilla y, al día siguiente, en numerosas ciudades de toda España. El fracaso de la sublevación de julio en las grandes ciudades, especialmente en Madrid, Barcelona y los grandes centros industriales del norte, la reacción armada de los sindicatos y partidos de izquierda, y la fidelidad al gobierno de gran parte del ejército, provocaron la conversión de aquel movimiento en una guerra civil que duró casi tres años. Durante este periodo, convivieron en España dos sociedades con rasgos muy diferentes. El bando sublevado en julio de 1936 no tenía un proyecto político concreto. Había una gran variedad de fuerzas, desde monárquicos de diversas tendencias hasta grupos fascistas. Se impuso a todos la fuerza de los militares y de los generales con mayor apoyo interno y externo. Franco llegó a ser el líder indiscutible de los sublevados y, en torno a él, fue emergiendo un nuevo Estado. La muerte del general Sanjurjo en un accidente aéreo el 20 de julio de 1936, cuando se dirigía a Burgos para liderar la rebelión, situó en primer plano la figura del general Franco, al que solo podían hacer sombra figuras como Mola, que también murió en junio de 1937. Los hitos en la institucionalización del bando sublevado fueron los siguientes: a los pocos días de la sublevación, se creó por iniciativa de Mola una Junta Técnica en Burgos, dirigida por el general Cabanellas. Este organismo no tenía funciones claras. En septiembre, una reunión de generales en Salamanca nombró a Francisco Franco Generalísimo y jefe de un nuevo Estado aún no definido; la proclamación como tal tuvo lugar el 1 de octubre. En los meses siguientes, Franco, interlocutor privilegiado de Hitler y Mussolini y líder indiscutible de las tropas marroquíes, logró hacerse con el liderazgo político y militar del nuevo Estado. La militarización de la vida social en el bando sublevado llevó a la suspensión de toda actividad política. En febrero de 1937, tras algunas escaramuzas entre falangistas en Salamanca y la condena a muerte del jefe nacional de la Falange, Manuel Hedilla, el Generalísimo se erigió en jefe nacional del partido único que, bajo el nombre de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, vino a agrupar a toda la España políticamente desobediente a la República, cuya historia se remontaba a la formación de la Unión Patriótica en la época de la dictadura de Primo de Rivera. La unificación no fue el resultado de un apoyo masivo de falangistas y requetés. Fue el Estado el que tomó el control del partido y lo sometió a sus intereses. Además, fue Franco quien lo hizo para aumentar la concentración del poder, controlando el liderazgo en su persona. "Esta unificación la pido en nombre de España y en nombre de los que por ella han caído [...] En mi cabeza" (Decreto del 19 de abril, BOE del 20). En aquel momento, y posteriormente, se sirvió y utilizó del nuevo partido para afianzar su poder, y no dudó en eliminar a cuantas personas se interpusieran en su camino, ya fuera desde un punto de vista político o ideológico. Más que la institucionalización de un "partido único", la "unificación" supuso la consolidación del "franquismo", cuya primera piedra se había colocado el 1 de octubre de 1936. En el nuevo Estado en formación, Franco, a partir del 19 de abril, concentraba todo el poder en su persona: el militar, el gobierno del Estado, el partido único, la Milicia Nacional.

3. Análisis y Comentario

El Decreto del 19 de abril de 1937 reunió en un "único sistema político nacional" a la Falange Española y a los requetés, que "eran ambos exponentes genuinos del espíritu de la sublevación nacional iniciada por nuestro glorioso ejército el 17 de julio". Pero, en realidad, para unificar a todos los españoles, se desarrolló, como indica el decreto, la necesidad de que para acceder a la mayoría de los cargos de la vida pública y del gobierno, se debía pertenecer a esta "nueva fuerza" que "a modo de superación" integraba a "todos los demás partidos y organizaciones políticas". Sin embargo, reconociendo la importancia de la Falange y de los requetés, Franco quiso ser él quien aportara la fuerza y el espíritu de renovación, por un lado, y la tradición y la espiritualidad católica, por otro. El nombre del nuevo partido único era la expresión de ello: "Falange Española Tradicionalista de las JONS". Los monárquicos y la masa "neutral", pero católica y conservadora, que había aceptado la situación militar, fueron absorbidos, y tuvieron que aceptar, incluso los restos de la CEDA. Gil Robles, desde Lisboa, escribió a Franco y puso "en sus manos toda la organización, tanto del partido... como de la milicia, para emprender cualquier acción que considere oportuna para la unificación deseada". Los monárquicos se sumaron oficialmente el 16 de mayo. Pero quien dio la vestimenta y el manto, con su programa de 26 puntos, y los símbolos, a un partido que apenas formaba parte, fue la Falange. El texto especifica que la misión del partido era servir de transmisor único entre el Estado y las aspiraciones del pueblo, y se prohibieron los demás partidos políticos. Nos encontramos, por tanto, ante una posición seguida por los estados fascistas que eran el apoyo internacional de la España de Franco. Se adoptaron los nuevos símbolos, se instauró la bandera bicolor y los verdaderos avances, y Franco logró unir tras de sí a la Falange, a los monárquicos, a los carlistas y a la CEDA. La ideología de la FET y de las JONS, partido unificado liderado por Franco, acabó siendo la base del nuevo régimen, también llamado por sus fundadores Movimiento Nacional. La ideología del nuevo régimen significaba un corolario del pensamiento tradicionalista y conservador a partir de elementos del corporativismo y del fascismo, que promovían los estados que ayudaron a los sublevados: Italia, Alemania y Portugal. En este sentido, la ideología de la FET y de las JONS está ligada al pensamiento fascista español que informa las nuevas leyes y acciones del Estado-nación español. Esta idea es típica del pensamiento tradicionalista y había sido fomentada en las últimas décadas por autores como Menéndez Pelayo, Vázquez de Mella, etc., frente al internacionalismo del movimiento obrero. Esta idea niega fuertemente la personalidad política del pueblo español y rechaza la política regional de la República. La idea totalitaria implica que todos los aspectos de la vida social (economía, trabajo, educación, ocio, etc.) deben estar bajo el control del Estado. La participación política de los españoles será "orgánica", es decir, a través de las instituciones naturales de la sociedad: la familia, el municipio y el sindicato. Desaparece la concepción individualista y liberal de la libertad política como valor supremo. Recoge ideas sobre la organización económica y laboral de la nación, como parte del rostro "revolucionario" de los regímenes fascistas. El fascismo se propone eliminar la pobreza y la explotación de los trabajadores, por lo que la economía estará bajo la dirección del Estado, que intervendrá y organizará obligatoriamente a trabajadores y empresarios en sindicatos verticales o corporaciones. El rechazo al capitalismo era solo retórico, ya que nunca cuestionaron la propiedad privada de los medios de producción. Por último, el conservadurismo y el tradicionalismo están presentes en la declaración confesional que considera al catolicismo un constituyente histórico constante de la nación española. Sin embargo, parece que se somete a la Iglesia a la obediencia al nuevo Estado, como representante de estas relaciones en la España imperial de los Habsburgo. De hecho, la Iglesia y el Estado de Franco mantuvieron una serie de relaciones muy profundas en las que se confundían ambas entidades, dando lugar al nacionalcatolicismo.

4. Conclusión

El texto, aunque muy breve, es de especial importancia para conocer el estado del bando "nacional" y los mecanismos que llevaron a la organización política y a la formación de un nuevo régimen que se quería instaurar, es decir, un Estado autoritario de tinte fascista. Es el momento en que, atrincherado en el palacio episcopal de Salamanca, custodiado por una guardia con un uniforme especial y alabado sin fin por su maquinaria propagandística, Franco había adquirido a principios de 1937 un enorme poder. Controlaba la administración civil y militar a través de personas de confianza y la Iglesia comía en su mano, mientras que Calvo Sotelo, Sanjurjo y Primo de Rivera habían sido asesinados y Gil Robles estaba exiliado. Sin embargo, Franco no se sentía del todo seguro. Mola, Queipo de Llano y el realista comandante de la Aeronáutica, el general Kindelán, estaban impacientes, y los carlistas y falangistas estaban indignados por el cariz que habían tomado los acontecimientos, y los alemanes e italianos tendían a ser críticos. Al mismo tiempo, las relaciones se habían deteriorado entre la Falange y los carlistas, divididos internamente entre los "ultras", que querían defender sus respectivos programas a cualquier precio, y los que estaban dispuestos a cooperar con las autoridades militares. Es entonces cuando Franco, ante numerosos incidentes, el más dramático de los cuales fue la expulsión del molesto líder carlista Manuel Fal Conde, acusado de conspiración, concibió la idea de la unificación política de sus fuerzas. Su plan era que la Falange, los carlistas, los alfonsinos y los cedistas se unieran en un único movimiento que solo respondiera ante él. Una vez tomada la decisión, no fue difícil de implementar. Encontró al vuelo al candidato ideal para dirigir ese movimiento, que no era otro que su hábil e inteligente cuñado, Ramón Serrano Suñer, muy admirado y amigo de José Antonio, que había sido capturado en la zona republicana y tuvo que huir de la cárcel y escapar. Franco simplemente evocó la posibilidad de una fusión, sabiendo que los carlistas nunca aceptarían dar tal paso. Al mismo tiempo, hizo todo lo posible para promover la lucha por el control de la Falange que se había declarado entre partidarios y opositores de su nuevo líder, Manuel Hedilla. Franco, que podía entonces desempeñar el papel de intermediario neutral, anunció la formación por decreto del partido único llamado "Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista". No solo no encontró resistencia, dado que pocos carlistas o falangistas estaban apegados a la pureza ideológica, o querían renunciar a su participación en las estructuras del nuevo movimiento. En enero de 1938 se formó el primer gobierno del nuevo Estado. A partir de ese momento, el poder en todos sus aspectos se concentró en la sede del Generalísimo. El primer gobierno de Franco fue un agregado de fuerzas conservadoras, basado en tradicionalistas, falangistas y, sobre todo, militares. En el bando de Franco, se abolieron inmediatamente todas las medidas sociales adoptadas en los años de la Segunda República: derogación de la reforma agraria y de la legislación laboral, depuración de funcionarios, restauración de sus privilegios a la Iglesia y abolición de las leyes de educación, de voto, de divorcio, etc. La vida social pasó a estar regida por una rígida censura y la prohibición de cualquier expresión de pensamiento contraria a los principios del fundamentalismo católico. La España de Franco supuso un retorno a etapas anteriores al liberalismo y su sistema político fue una rígida dictadura militar que persiguió a los miembros de los partidos de izquierda, a los comunistas y, en particular, a los miembros de la masonería.

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