El Imperio de Carlos V: Conflictos Internos y el Modelo Político de los Austrias
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Conflictos Internos: Comunidades y Germanías
Tras la muerte de Fernando el Católico en 1516, Carlos de Gante, hijo de Juana la Loca y Felipe el Hermoso, asumió el trono como Carlos I de España y V de Alemania en 1517. En 1518, Carlos I tomó posesión de Castilla y Aragón, jurando sus fueros. Carlos I heredó un vasto imperio dinástico, que abarcaba territorios en Europa y América. La revitalizada idea de un imperio universal comenzaba a chocar con los ideales individualistas del Renacimiento y la Reforma.
Tras la muerte de Isabel la Católica en 1504, Castilla experimentó una profunda crisis política marcada por sucesivos gobiernos y regencias. Esta crisis persistió a la llegada de Carlos I, y se agravó al recibir éste la corona imperial, generando inquietud entre la población. El malestar se intensificó debido a las pesadas cargas fiscales y la llegada de Adriano de Utrecht, un desconocido que haría valer la regencia. Estos factores propiciaron el estallido de revueltas y el surgimiento de las Comunidades, con un claro carácter político, en Castilla.
Las Comunidades representaban los intereses de las ciudades castellanas. La Liga Santa, formada por estas comunidades, presentó sus reivindicaciones. En 1521, la derrota en la batalla de Villalar y la ejecución de sus líderes, Juan Bravo, Juan de Padilla y Francisco Maldonado, puso fin a la rebelión comunera.
Las Germanías, por su parte, tuvieron un carácter más social. Se iniciaron en 1519 en Valencia y las Islas Baleares, como consecuencia de la peste. Antes de abandonar la ciudad, la población solicitó permiso al rey para armarse y defenderse. El movimiento, conocido como Germanías, adquirió tintes radicales, enfrentándose directamente a los nobles y sus vasallos (moriscos). Este movimiento concluyó en 1521, con la ayuda de Germana de Foix y la concesión de un indulto general.
El Modelo Político de los Austrias: La Unión de Reinos
Con los Austrias, el modelo político español se basó en la monarquía autoritaria, caracterizada por la centralización del poder en la figura del monarca. Sin embargo, los territorios estaban dispersos y mantenían un alto grado de autonomía. Castilla se convirtió en el centro del gobierno.
Para controlar estos reinos, se destacó la figura del virrey, representante del rey en los diferentes territorios. Este mecanismo se controlaba mediante la visita, la pesquisa y el juicio de residencia. Las instituciones de cada reino conservaron sus fueros y privilegios, pero en Castilla, su poder se vio notablemente reducido, mientras que Aragón sirvió como núcleo de resistencia al autoritarismo.
Para administrar el vasto imperio, se desarrolló un sistema de Consejos, con la figura del secretario como intermediario entre éstos y el rey. Los Consejos se dividían en Supremos, Materiales y Territoriales.
- Consejos Supremos: Tenían competencia en todos los territorios. Incluían el Consejo de Inquisición (tribunal de última instancia), el Consejo de Guerra (presidido por el rey y encargado de asuntos bélicos) y el Consejo de Estado (también presidido por el rey, trataba asuntos graves de gobierno).
- Consejos Materiales: Se ocupaban de asuntos específicos de la Corona de Castilla. Destacaban el Consejo de Cruzada (administraba la Bula de Cruzada), el Consejo de Hacienda (gestión financiera) y el Consejo de las Órdenes Militares.
- Consejos Territoriales: Se encargaban de cada una de las regiones. Al frente de estos consejos estaba el presidente o gobernador.
La importancia de algunos temas propició la creación de Juntas.