Sócrates, los Sofistas y la Democracia Ateniense
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Sócrates
Sócrates dedicó su vida a dialogar sobre cuestiones filosóficas, atrayendo a numerosos seguidores y admiradores. Fue acusado de corromper a los jóvenes y llevado a juicio. En su defensa, en lugar de argumentar a su favor, pronunció un discurso desafiante, incluso sugiriendo que se le erigiera un templo. Consecuentemente, fue condenado a muerte. Aunque tuvo la opción de conmutar la pena por el ostracismo, decidió acatar la ley y beber la cicuta, manteniendo un último debate sobre la inmortalidad del alma antes de morir.
El Método Socrático
Sócrates se centraba en la búsqueda de la verdad trascendental, impulsando a sus interlocutores a un autoexamen profundo, resumido en su famosa frase: "Conócete a ti mismo". Comparaba su labor con la de una partera (maieútica): asistía en el "nacimiento" de la verdad en otros, pero esta debía provenir del interior de cada individuo. Su método se basaba en el diálogo y la ironía. A través de preguntas y observaciones, guiaba la conversación para revelar contradicciones y llevar al interlocutor a cuestionar sus propias creencias. Su ironía, expresada en la frase "Solo sé que no sé nada", le permitía desafiar las ideas preconcebidas y estimular la reflexión.
Los Sofistas y la Democracia
En la Atenas democrática, el poder político se alcanzaba a través de la retórica, el arte de la persuasión. Los sofistas, generalmente extranjeros, se destacaron como maestros de esta disciplina, instruyendo a quienes aspiraban al poder a cambio de elevadas sumas. Su enfoque pragmático y relativista contrastaba con la visión tradicional de la aristocracia.
El Nomos y la Voluntad
El concepto de nomos (ley) era central en el debate entre sofistas y aristócratas. Para estos últimos, la ley era una tradición sagrada e inmutable, de origen divino. Los sofistas, en cambio, la veían como un producto de la voluntad de la mayoría, sujeta a cambios y negociación. Este convencionalismo se reflejaba en la idea del contrato social, un acuerdo entre individuos que podía modificarse según las circunstancias.
Protágoras y el Relativismo
Protágoras, uno de los sofistas más destacados, afirmaba: "El hombre es la medida de todas las cosas". Esta frase resume su relativismo, la idea de que no existen verdades absolutas, sino que todo es relativo a la percepción individual. Negaba la existencia de un logos universal y enfatizaba la subjetividad de la experiencia.
Gorgias y el Escepticismo
Gorgias, otro sofista reconocido, demostraba su virtuosismo retórico defendiendo argumentos contradictorios con igual convicción. Su escepticismo radical lo llevaba a afirmar que "no existe nada", que incluso si algo existiera, no podríamos conocerlo, y que aunque lo conociéramos, no podríamos comunicarlo. Para él, el lenguaje era una herramienta de persuasión, no de acceso a la verdad.
Conclusión
Sócrates, los sofistas y el contexto de la democracia ateniense marcaron un periodo crucial en la historia del pensamiento. Sus ideas y debates sobre la verdad, la justicia, la ley y el poder siguen siendo relevantes en la actualidad.